La dislexia es un trastorno específico del aprendizaje de la lectura, de origen neurobiológico, crónico y con un componente hereditario significativo. Es decir, perdura durante toda la vida, si bien es en la etapa escolar donde el impacto es mayor. Las investigaciones actuales reafirman y concluyen que el origen es una afectación del procesamiento fonológico, es decir, el niño tiene muchas dificultades en asociar el sonido con la letra que le corresponde, desencadenando errores al leer y al escribir.
Los primeros síntomas se detectan ya en etapa infantil, si bien se diagnostica una vez finalizado 2º de primaria. Ello no significa, que debamos esperar para intervenir hasta tener un diagnóstico, sino que la intervención debe ser lo más pronta posible, una vez detectadas las dificultades en conciencia fonológica.
La detección precoz, por tanto, es esencial tanto para la reducción de la gravedad del trastorno como para evitar las consecuencias emocionales que comporta tener una dificultad de aprendizaje en un área que es tan esencial a nivel académico.
Así mismo, el desconocimiento de lo que les pasa como niños, afecta directamente su autoestima y deteriora su estado anímico de forma progresiva, interfiere en la interacción con otros niños y su sensación de incapacidad es mayor cuanto más tardemos en detectarlo. No hay persona con dislexia que no haya pensado que la causa de su problema de aprendizaje era su baja inteligencia, creencia totalmente errónea pero que les determina su relación con el mundo.
Detrás de muchos fracasos escolares podemos encontrar un trastorno de aprendizaje no detectado.
Ante esta necesidad de respuesta inmediata a las necesidades de un niño con dislexia nos preguntamos ¿cómo la podemos detectar?
Si tienes cerca un niño o adolescente que presente un importante número de los siguientes síntomas, informa al colegio/instituto y busca un especialista en Dificultades de Aprendizaje que descarte o diagnostique la dislexia.
En Remonta Pedagogía estaremos encantados de ayudarte. Es esencial la detección precoz para la compensación de su aprendizaje y para evitar secuelas emocionales que, en muchos casos, acaban perdurando y afectando hasta la edad adulta.
Aquí se exponen seis indicadores que nos pueden hacer sospechar que nuestro hijo/alumno presenta este tipo de dificultad:
1. Buena capacidad intelectual.
El primer indicador es que el niño muestra un desarrollo normal y una inteligencia propia de su edad, pero que tiene una dificultad muy importante para aprender a leer y a escribir, en contraposición a otros aprendizajes que ha integrado sin dificultad.
Manifiestan malestar a la hora de enfrentarse a las letras y los textos y extraña que les cueste tanto el aprendizaje de la lectoescritura.
2. Dificultades en el área de lectura y escritura
El primer signo lo encontramos en etapa infantil, cuando el niño empieza a jugar con los sonidos, las sílabas y las palabras (a través de rimas, ritmos, desglose en sílabas por ejemplo, todo a nivel oral) y luego a asociar esos sonidos con las letras que le corresponden, integrando ya la grafía.
Esta dificultad en la conciencia fonológica desencadena en el desarrollo del aprendizaje de la lectura múltiples errores como omisiones de letra (no lectura), sustituciones de letra (cambio) adiciones (añadir letras), Inversiones (leer /al/ en vez de /la/), rotaciones (leer /b/ en vez de /d/). La lectura no es fluida, muchas veces silábica (en edad no inicial), es vacilante, con repeticiones, la velocidad es baja y tiene dificultades para comprender lo que ha leído.
Esta dificultad en la conciencia fonológica también desencadena errores en la escritura. Omite, sustituye, hace adiciones, invierte rota, une y fragmenta palabras, etc. También tiene mucha dificultad para integrar la norma ortográfica y suele cometer errores de cambios de consonantes que suenan igual (/g/, /j/, /y/, /ll/, etc.), omite los acentos y los signos de puntuación, así como las mayúsculas.
Le cuesta expresar sus ideas por escrito, negocia las líneas que tiene que tener un texto, y suelen tener tendencia a enumerar ideas con una pobre sintaxis. La letra a veces puede estar afectada, sobre todo en el trazo ligado que precisa más dominio de coordinación que la letra mayúscula.
3. Pensamiento con predominio visual
Un niño con dislexia suele tener un pensamiento de claro predominio visual por encima del lingüístico, integrando mucho mejor la información a través de las imágenes que a través de las palabras.
Aprende de forma más satisfactoria con estrategias y técnicas de estudio que reduzcan el contenido verbal y se apoyen en lo visual, tales como mapas mentales, mapas conceptuales, esquemas, fichas. Tienen dificultades para hacer resúmenes y sintetizar ideas, discerniendo lo principal de lo secundario.
4. Dificultades en funciones ejecutivas
Además de las dificultades lectoras y escritoras un niño con dislexia suele tener dificultades de acceso al léxico (encontrar palabras por ejemplo que empiecen por una letra determinada) o presenta un vocabulario más bajo de lo esperable, dificultades en la secuenciación (por ejemplo, aprender tablas de multiplicar, días de la semana, horas del reloj), en la planificación y organización de tareas y suelen ser desordenados. Tienen muy buena memoria a largo plazo, pero baja memoria de trabajo, pudiendo presentar olvidos de información fácilmente.
5. Dificultades de lenguaje y/o motrices y/o atencionales
Dado que la dislexia es un trastorno de neurodesarrollo con bases cognitivas compartidas con otros, podrían presentar asociada a esta dificultad problemas de lenguaje oral importantes (tanto expresivos como comprensivos, que nos harían sospechar de la presencia de un trastorno del lenguaje primario), dificultades en motricidad fina y gruesa y en la coordinación de movimientos y equilibrio (dispraxia) y/o problemas atencionales significativos con facilidad para distraerse, dificultades para seguir órdenes complejas, para mantener la atención sostenida en un periodo de tiempo, malestar ante el esfuerzo mental o en la atención a detalles y la concentración (déficit atencional).
6. Afectación emocional
Cualquier niño con dislexia, presenta afectación emocional secundaria al estrés que supone enfrentarse de forma continuada con tareas donde se pone en evidencia su problema de aprendizaje.
El desconocimiento de lo que le pasa, hace que lo achaque a la inteligencia, se siente inferior a los iguales, disminuyendo su autoestima y generando problemas emocionales como ansiedad, depresión, trastornos de conducta, problemas alimentarios y de sueño, somatizaciones (malestar físico fruto de la tensión psíquica), etc.
Suele estar irritable, fácilmente pierde el control o llora cuando es pequeño, deja de comunicarse y cuando lo hace frecuentemente explota. Para evitar esta angustia pueden mostrar mecanismos de evitación, como no querer hacer las tareas, esconder información e incluso mentir ante notas y deberes, para salvaguardar su estado emocional y no confirmar su sospecha “soy tonto”, incluso no quiere ser valorado por un profesional para no confirmar lo que está pensando.
M.Carmen Bouzas
Pedagoga
Directora de Remonta Pedagogía
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