El primer paso consiste en trabajar con los padres y sensibilizarlos para que cuando digan un NO a su hijo no se sientan culpables. La culpa hay que sentirla cuando corresponda. Por ejemplo, es lógico sentir culpa si se causa daño a algo o a alguien, pero no es lógico que sientas culpa si le limitas a tu hijo el horario de salida de por la tarde por no haber cumplido la hora de llegada pactada con él el día anterior.

Si te sientes culpable cuando le dices NO a tu hijo te deberías preguntar:

¿Cuándo está enfermo le atiendo bien?

¿Tiene un hogar en buenas condiciones?

¿Le falta la comida

¿Está sucio o mal vestido?

¿Le faltan vacunas?

¿Le pego o le insulto?¿Le grito?….

La culpa mal administrada es un sentimiento que te convierte en presa fácil de tu hijo/a.

Un segundo paso consiste en establecer límites. Elabora una tabla que recoja conductas permitidas y no permitidas y otra de conductas deseables con puntuaciones. Establece un listado de “premios canjeables”. Cuando son adolescentes puede canjearse por dinero.

Por cada conducta inadecuada se quita un punto (o más), sin hacer ningún comentario crítico (solo actuar). Después se le mostrará la forma de recuperar el punto perdido sin dramatizar, centraros en lo positivo.

La tabla se situará en un lugar visible y accesible de la casa.

Paso número tres: Aplica estas técnicas:

  • Extinción, consiste en ignorar las reacciones inadecuadas. Requiere gran autoconfianza y firmeza. Cómo muchas veces la estabilidad emocional sube en intensidad es mejor aplicar la siguiente técnica.
  • Disco Rayado, repite con serenidad siempre lo mismo: “Cuando te calmes, te atiendo”, “Así, no hablo contigo.

Paso número cuatro: Utiliza la aserción negativa

Reconoce con valentía que el otro tiene razón. Aunque genera dolor no debes dar muestras de debilidad, ni entrar en discusiones de reproches o de víctimas (“como puedes decirme eso con todo lo que hago por tí”).

En estas situaciones lo que puedes hacer para relajarte es esperar unos segundos e hipoventilar, respirarando más profundo y despacio, centrando tu atención en la respiración y en el momento presente. De esta manera pensamos más racionalmente y menos emocionalmente.

Paso número cinco: Reforzar

No por ser el último paso es menos importante que el resto, cuando el comportamiento sea positivo hay que prestar atención inmediatamente y premiando. El mejor premio para un hijo es la mirada de sus padres.