Si buscamos un buen rendimiento basado en la motivación los resultados deberían quedar en un segundo plano. No vale con que aprueben. Al analizar los resultados debería preocuparnos conocer si el chico aprendió de verdad, interiorizó las lecciones, ha adquirido valores, es capaz de emitir un juicio crítico sobre los temas estudiados….
Todos como sociedad debemos implicarnos para formar ciudadanos más plenos, críticos y formados. Por lo tanto:
- Muestra el camino a seguir pero no se lo des todo hecho. No hay nada más motivador para un ser humano que ser capaz de seguir su propio proceso de desarrollo por sí mismo. Como dijo Jean Piaget, “Cuando le enseñas a un niño algo, le quitas para siempre su oportunidad de descubrirlo por sí mismo”.
-
El monitor, educador o formador y tú cómo padre debes ser más un guía que ayuda al chico a encontrar sus propias respuestas.
-
Hay que lograr que el niño reflexione y piense por sí mismo.
Poco a poco adoptará estrategias eficaces para resolver problemas, en lugar del acercamiento por “ensayo y error”, lo que elimina la percepción por parte del joven de falta de control, de “pura suerte” y aumenta su autoestima. Nuestros jóvenes no tienen que sentir que van a la escuela porque es su obligación o es lo que toca. Cada chico debe ir a formarse, a aprender, a esforzarse y descubrir habilidades que le son propias y que todavía no ha desarrollado.
- Fomenta las emociones positivas del niño. Cuando estamos formando a los chicos, hay que transmitir pasión, motivación, cercanía, esfuerzo, capacidad de escucha… Piensa que son los mejores canales para que esta pasión se contagie.
-
Evita las críticas reiteradas pues pueden llevar al “efecto Pigmalión”, esto quiere decir que el chico se comportará cómo cree que se espera de él, ya que si los adultos piensan que no tiene capacidad, se desmotivará y no querrá mostrar de lo que es capaz.
- No emitas elogios y alabanzas sin más, puede tener efectos contraproducentes. Es más efectivo señalar en que se apoya el elogio, por ejemplo como recompensa a su esfuerzo.
-
Trabaja el éxito como pasos superados hacia una meta en lugar de ser el triunfo de la persona o indicador de su inteligencia y el fracaso como fallos solventables en lugar de inutilidad.
Se trata de atribuir los éxitos y los fracasos a causas objetivas, normalmente al esfuerzo y a la dedicación.
-
Ajusta el tipo de tareas y retos que se propone a su capacidad real. Si se encuentran fuera de su capacidad se desmotivará y frustrará y si son demasiado fáciles o no constituyen un reto, se desmotivará o se aburrirá.
- La empatía es la mejor baza de la motivación del alumno. Así, es bueno que el educador, el profesor o el padre tracen, en el caso de que sea necesario, un plan individualizado de intervención para el joven. Piensa que las condiciones adecuadas para una persona no tienen por qué ser las mismas que para otra.
- Si queremos que nuestros niños estén motivados para alcanzar un mayor rendimiento escolar, es positivo que todas las figuras de autoridad participen en la realización de este deseo. Será muy positivo estimular la curiosidad por aquellos temas que tratan en la escuela.
Es cuestión de crear el ambiente adecuado para que el chico se sienta motivado y tenga el apoyo necesario. De esta forma, creando un contexto acertado, cada chico mejorará de forma notable su rendimiento escolar, y accesoriamente, su desempeño en otras áreas de su vida.
A su vez, este entorno inteligente y reforzador servirá de fuente de energía para que el esfuerzo, el respeto y el mérito sean motores con la suficiente fuerza como para motivar.
Deje su comentario